El nuevo mexican moment

El nearshoring es la gran esperanza de México para la presente década, al menos en materia económica. El Banco Interamericano de Desarrollo estima que el proceso podría agregar 78 mil millones de dólares a las exportaciones latinoamericanas. Si México, desde su posición como la nación geográficamente más favorecida, lograra capturar la fracción mayoritaria de este nuevo volumen, nuestras exportaciones se duplicarían hacia el final de la década.

En términos numéricos esto nos llevaría a presentar tasas de crecimiento de doble dígito en las exportaciones de manera sostenida. En términos aterrizados, el nearshoring implica una nueva ola de industrialización para la economía mexicana, que es lo que ha estado detrás de los profundos cambios que hemos experimentado como sociedad e individuos en las últimas décadas. 

Uno de los casos emblemáticos es el de Querétaro, que en 1995 -recién entrado en vigor el TLCAN- tenía una población de 1.25 millones de personas y un PIB per cápita de 117 mil pesos anuales. 28 años después la población está cerca de haberse duplicado y el PIB per cápita es de casi 170 mil pesos. Más empleo, mejores salarios y una pequeña ciudad que se transformó en una metrópolis en toda la extensión de la palabra. La historia se ha repetido en otros puntos del Bajío y el Norte del país. 

La clave ha estado en la integración exitosa a las cadenas globales de valor (CGV), que son el pilar de la globalización y responsables del 70% del comercio mundial en la actualidad. Estas cadenas incluyen al espectro completo de actividades necesarias para que un producto o servicio pase de la fase de concepción, a la de producción y, finalmente, a la distribución en los mercados destino y los procesos postventa. La adición de la palabra global refleja el fenómeno disruptivo de que las fases puedan ejecutarse fuera del mercado destino o, como ha sucedido desde la última parte del siglo pasado, en países diversos. Su desarrollo parte de los conceptos de división del trabajo y economías de escala, que es lo que le permitió a Querétaro volverse esencial para la industria automotriz sin que alguna de las principales armadoras se instalara en su territorio. 

El proceso no solo ha sido benéfico en las estadísticas de ingreso, sino que en el transcurso de las últimas 3 décadas la mano de obra local se ha vuelo más calificada y ha habido mejoras en todo tipo de infraestructura. A su vez, estos cambios han facilitado el surgimiento de otras industrias como las de aeronáutica y aparatos eléctricos, cerrando un ciclo virtuoso que todavía sigue en marcha. 

Además, la industrialización que implica el reacomodo de las cadenas globales de valor es clave para la convergencia con las economías más avanzadas. Esto ha probado ser cierto en cada una de las tres olas de la globalización por las que ha transcurrido el mundo y será todavía más relevante en el contexto de las grandes transformaciones que acompañan a la inteligencia artificial, la electrificación de la movilidad y demás tecnologías. El anuncio de la construcción de la planta de Tesla en Santa Catarina es ejemplo de ello, pues orillará a varios de los proveedores locales a elevar los ya de por sí altos estándares de calidad y eficiencia, lo que les permitirá a su vez competir de mejor manera en los mercados internacionales. 

No hay duda: México está en el momento correcto y en el lugar adecuado. Si logramos fortalecer nuestra propuesta de inversión a través de un sólido estado de derecho, mejores condiciones de seguridad y el desarrollo de infraestructura de energía y conectividad el nuevo mexican moment será el más memorable de todos.